Esta reflexión continúa y expande la columna publicada el sábado pasado en IFM Noticias: Scroll, mantra, placebo
Léela aquí: https://ifmnoticias.com/opinion-scroll-mantra-placebo-por-andres-felipe-molina-orozco/
Allí advertí que el algoritmo ya no solo entretiene: educa. Pero el problema no es solo lo que el algoritmo selecciona. Es también lo que nosotros evitamos: la dificultad, la ambigüedad, la contradicción.
En esta bitácora comparto lo que no cupo:
- Por qué insisto en leer lo que no se desliza.
- Qué autores me han formado, aunque no sean virales.
- Y por qué pensar con estructura, hoy, es casi un acto de disidencia.
Cuando pensar se vuelve sospechoso
He escuchado demasiadas veces frases como:
- “Ese autor es muy enredado.”
- “Eso suena bonito, pero no sirve para la vida real.”
Detrás de esas frases hay algo más que una opinión. Hay una renuncia. Una incomodidad con lo difícil. Una alergia al pensamiento estructurado. Y una idea peligrosa: que pensar no sirve si no produce resultados inmediatos.
Vivimos en una época que convirtió la claridad en eslogan, la síntesis en dogma y el aprendizaje en entretenimiento. Leemos rápido, opinamos fácil, compartimos sin contexto. En este mundo, leer lo difícil ya no es exigencia académica: es herejía cultural. Y sin embargo, es lo único que puede devolvernos el criterio.
Los que me incomodaron (y me formaron)
Trabajo desde el campo de la estrategia, el liderazgo y la toma de decisiones. Y lo que más me ha transformado no son los tips. Son los autores incómodos. Los que se leen con lápiz y con pausa. Los que no caben en carruseles de Instagram.
- Daniel Kahneman, que desmanteló la fantasía del decisor racional y nos mostró la arquitectura del sesgo.
- Byung-Chul Han, que explicó cómo la positividad sin crítica no libera: domestica.
- Abraham Zaleznik, que se atrevió a decir que los verdaderos líderes son figuras incómodas, no solo gestores ordenados.
- James March y Herbert Simon, que nos enseñaron a mirar al decisor como actor limitado, no como optimizador perfecto.
- Henry Mintzberg, que dijo que la estrategia nace de la experiencia y la calle, no del PowerPoint.
Todos ellos fueron leídos con sospecha. Y sin embargo, hoy son imprescindibles. Porque no ofrecen técnicas. Ofrecen pensamiento.
En Colombia, pensar aún incomoda
Aquí, donde aún confundimos carisma con competencia, el diploma con la sabiduría y la productividad con la inteligencia, leer lo difícil es un acto subversivo. Preguntar incomoda. Pensar… parece lujo para quienes “tienen tiempo”.
Pero si hay algo que no podemos subcontratar, es el criterio. Y el criterio no se hereda. No se compra en audiolibros. Se forma con desacuerdo sostenido, teoría bien elegida y preguntas que no cierran fácil.
¿Qué significa leer lo incómodo?
- Que si un texto no se deja subrayar, pero no puedes dejar de pensarlo… es importante.
- Que si una página te enoja, te revuelve o te desordena… es necesaria.
- Que si una idea no cabe en tu marco mental… es urgente.
¿Cómo se entrena el criterio?
- Leyendo lo que contradice tus convicciones favoritas.
- Volviendo a leer lo que no entendiste a la primera.
- Hablando con quienes piensan desde otros mapas.
- Sosteniendo una pregunta por semanas, no por tweets.
- Nombrando tus límites sin miedo a parecer inseguro.
El criterio no es un estilo. Es una decisión. Una forma de vida. Un compromiso con el pensamiento, incluso cuando incomoda.
¿Y tú?
¿Lees para reafirmarte… o para reconstruirte?
¿Prefieres lo fácil… o lo necesario?
¿Te molesta quien te contradice… o lo invitas a conversar?
Porque en un país como el nuestro, y en un mundo como este, pensar con estructura es un acto de valentía. Y leer lo incómodo, es la manera más honesta de empezar a transformar lo que somos.